Alan Gómez.

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Opinión Humanizando la tecnología

La PAU no es solo una prueba de acceso

Alan Gómez
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Un año más, llegan las pruebas de acceso a la universidad. Miles de jóvenes estudiantes en toda España se enfrentan a uno de los momentos más estresantes y, en apariencia, determinantes de su vida académica y profesional. Para muchos, este instante representa un paso firme hacia un futuro que, en cierto modo, ya tienen en mente.

Sin embargo, no todos lo viven con la misma claridad. Muchos estudiantes afrontan la PAU sin una orientación adecuada, sin un acompañamiento que les ayude a tomar decisiones informadas y alineadas con sus intereses y las oportunidades reales que existen más allá del examen. Esta realidad no responde solo a una cuestión individual, sino que refleja una limitación estructural dentro del sistema educativo: la universidad española, en su configuración actual, no siempre puede ofrecer un abanico suficiente y diverso de opciones que respondan a las necesidades y expectativas de todos los jóvenes que pasan por la PAU.

Más allá de la PAU, lo que ocurre después del examen es fundamental. La universidad, en muchos casos, no logra cubrir completamente las demandas de un mercado laboral cambiante y especializado, lo que hace que las opciones para los estudiantes queden, en ocasiones, restringidas o poco claras. Esta situación se ve agravada por la ausencia de una orientación profesional sólida, continua y temprana desde etapas educativas anteriores, que prepare a los jóvenes para entender el amplio espectro de posibilidades laborales y formativas que existen.

Aunque existen medios y plataformas que proporcionan datos sobre empleabilidad, salarios o sectores emergentes, esta información, aunque valiosa, no siempre está integrada dentro del sistema educativo ni es accesible para todos los estudiantes en el momento oportuno. Por eso, es fundamental que el sistema educativo se fortalezca con una formación práctica y realista sobre el mercado laboral desde edades tempranas, a través de actividades como visitas a empresas, charlas con profesionales, talleres de habilidades y programas de orientación vocacional. Solo así podremos ayudar a que las decisiones académicas y profesionales se tomen con mayor conocimiento y visión de futuro.

Según un estudio de la Fundación Bertelsmann, el 65% de los estudiantes españoles consideran que no han recibido suficiente orientación por parte de su centro educativo. Este vacío contribuye a perpetuar la desconexión entre las aspiraciones educativas de los jóvenes y las necesidades reales del mercado laboral.

Mientras tanto, sectores con menor requerimiento formativo absorben una gran parte del empleo juvenil, generando un fenómeno de sobrecualificación que, a nivel macro, limita el desarrollo económico y la innovación del país. España lidera en Europa en desempleo juvenil y en la proporción de jóvenes que desempeñan trabajos por debajo de su nivel formativo, un desequilibrio que urge ser abordado.

En este contexto, la PAU no debería entenderse solo como una prueba académica o un filtro para acceder a la universidad. Debería ser también un momento para repensar cómo orientamos a las nuevas generaciones y cómo el sistema educativo y universitario puede evolucionar para ofrecer respuestas más ajustadas a la realidad laboral y social.

Si queremos construir un futuro más equitativo y eficiente, es necesario que la orientación profesional se integre como un pilar clave desde etapas tempranas. Así, evitaremos frustraciones, pérdida de talento y, sobre todo, la sensación de que la PAU es la única puerta hacia el futuro, cuando en realidad es solo el primer paso de un camino mucho más complejo y lleno de posibilidades.

Además, es importante reconocer que la universidad, en su estructura actual, enfrenta limitaciones para responder a la diversidad de intereses y expectativas que tienen los estudiantes tras la PAU. El sistema de acceso basado en notas altas limita considerablemente las opciones disponibles, y quienes no alcanzan esas calificaciones ven cómo muchas puertas se cierran, independientemente de sus capacidades o potencial. Esta realidad refuerza la presión sobre un único examen como filtro, en lugar de abrir múltiples caminos que permitan a cada joven encontrar su lugar según sus talentos y motivaciones. Por ello, es necesario avanzar hacia un modelo universitario más flexible y adaptado, que ofrezca alternativas variadas y accesibles para que el futuro no dependa exclusivamente del resultado de una prueba, sino de un acompañamiento integral y una oferta educativa diversificada.

*** Alan Gómez es director Académico en IMMUNE Technology Institute