Ramón 'Moncho' Núñez, divulgador e impulsor de los museos científicos de A Coruña.

Ramón 'Moncho' Núñez, divulgador e impulsor de los museos científicos de A Coruña. Carmen G. Mariñas

Ciencia

Ramón Núñez, padre de los museos científicos de A Coruña: "La Casa de las Ciencias no es un museo"

El divulgador ha sido recientemente reconocido como Hijo Predilecto de la ciudad

Más información: A Coruña reconoce a Ramón Núñez Centella como Hijo Predilecto por su legado científico

Publicada

En el parque de Santa Margarita, junto al palacete que alberga la Casa de las Ciencias, unos niños ríen y juegan entre las columnas y la explanada de piedra. "Es reconfortante. Antes llegaron unos autobuses escolares con muchos niños. Había un ambiente estupendo". Quien habla es Ramón Núñez Centella, el impulsor de los museos científicos de la ciudad.

Aunque se define a sí mismo como "educador de la ciencia" su papel e influencia en A Coruña han ido mucho más allá.

Conocido como Moncho, este divulgador ha sido el principal responsable del nacimiento de la Casa de las Ciencias hace ya 40 años y la posterior llegada de la Domus, el Aquarium Finisterrae y el Muncyt.

Por este motivo, este mismo mes ha recibido el reconocimiento de Hijo Predilecto de la ciudad.

En el mismo lugar en el que Moncho jugaba de niño cuando comenzaba a despertar su interés y curiosidad por el mundo que le rodea, el científico, ya jubilado, hace un repaso a las últimas décadas de divulgación científica en la ciudad.

¿Cómo nace el primer museo científico de la ciudad?

Todo comenzó en los 80, cuando llega a la alcaldía Paco Vázquez y este palacete era un edificio a medio construir que nadie sabía para qué podía servir. El alcalde me nombró director del Servicio Municipal de Educación y me preguntó si yo tenía idea de qué podría hacerse con él.

Recordé que en 1977, un profesor que tuve en la Universidad de Nueva York, estando aquí me preguntó, "¿y eso qué es?" Yo no supe responderle y me sugirió que propusiera hacer un museo de ciencias.

Yo no me imaginaba que le pudiera decir a un alcalde nada, pero cuando Paco me lo preguntó me vino eso a la memoria y dije: "¿Por qué no hacer un museo interactivo?". Y pensé que la cúpula podía albergar un planetario y el cañón de la escalera un péndulo de Foucault. Así comenzó todo y el decir "la ciencia es cultura" se materializó.

Niños y niñas en la Casa de las Ciencias.

Niños y niñas en la Casa de las Ciencias. Concello de A Coruña

¿Qué tenía ese primer museo?

Cuando se abrió la Casa de las Ciencias y la gente pudo entrar quedó extasiada en el planetario al ver lo que allí se sentía. Aquí se colocaron los primeros ordenadores a los que el público podía acceder en Galicia y cientos de miles de personas tocaron por primera vez un ordenador. Viendo las estadísticas, vimos que la mayoría de los usuarios eran menores de 20 años.

La Casa de las Ciencias no nació como un museo para niños.

Los mayores parecían tener miedo a poner las manos en aquellas teclas. A estos ordenadores estaban accediendo antes los niños que sus padres. Probablemente es la primera vez en la historia de la humanidad en la que una generación accede a una herramienta de conocimiento antes que sus predecesores. Esto también sucedió por primera vez aquí en los años 80.

"El museo ya nació sintiéndose y queriéndose diferente"

Moncho Núñez, impulsor de la Casa de las Ciencias

¿Cambió esto la forma en la que planteaban el museo?

No sabría decirte. Lo que sé es que el museo ya nació sintiéndose y queriéndose diferente. En el primer folleto que diseñé decía "la Casa de las Ciencias no es un museo".

¿Qué quería decir? Que la gente se olvidara de la idea de museo como un lugar en donde está todo silencioso y no te puedes mover. Aquí tienes que moverte, porque este es un museo interactivo.

¿Ha cambiado mucho desde entonces?

Cada año íbamos cambiando exposiciones y probando distintas estrategias para presentar los textos. Es muy difícil pensar en qué cantidad de texto tienes que poner para no abrumar e informar. Desde el principio aposté por una estrategia para provocar que la gente piense. Si lo descolocas, él pensará y desde su sustrato cultural ya reaccionará. Siempre aposté por un enfoque divergente que invitara a la persona a buscar soluciones, respuestas, relaciones y conexiones.

Moncho Núñez, impulsor de la Casa de las Ciencias.

Moncho Núñez, impulsor de la Casa de las Ciencias. Carmen G. Mariñas

Este lugar ha inspirado a muchos niños y niñas. En su infancia, ¿qué despertó su interés por la ciencia?

Tuve varios estímulos. Uno fue mi padre, que era maestro de matemáticas y me planteaba problemas que despertaban mi curiosidad. Aquello me enriquecía muchísimo. Otro hecho determinante fue la primera vez que entré en un laboratorio, con 12 años.

El profesor cogió un tubo de ensayo y un frasquito de un polvito rojo. Entonces, encendió el mechero, puso el tubo de ensayo inclinado y empezó a calentar aquel polvito rojo que se volvía negro. En las paredes del tubo de ensayo se estaban depositando unas gotitas muy pequeñitas de un líquido brillante y al final quedó una bolita. Era mercurio. Aquello me pareció magia y dije "quiero ser químico".

Y eso es algo que luego ha reflejado en la Casa de las Ciencias.

Supongo que sí, pero hubo muchas. También las hubo en clave de poesía, estética, histórica y musical. El que diga que solo bebe la ciencia pura es un mediocre. La cultura que tú tienes que usar para provocar en los museos no tiene que ser restrictiva. Tiene que ser abierta y universal.

"El que diga que solo bebe la ciencia pura es un mediocre"

Moncho Núñez, impulsor de la Casa de las Ciencias

¿La red de museos científicos se creó bajo esas mismas ideas?

Ahora le llamamos red, pero no nacieron así. Una vez que la Casa de las Ciencias había tenido éxito, con más de 150.000 visitantes al año y listas de reservas de colegios, planteamos cómo ampliarlo. Pensé en un museo que tuviera otra sede en otro edificio, en otro barrio de la ciudad y que fuera monográfico.

Entonces estaba suscrito a Newsweek y viendo las portadas vi que salían temas relacionados con enfermedades, con conflictos sociales... Es decir, con fenómenos humanos. Entonces pensé en hacer un museo que tuviera como punto de partida el ser humano.

Así nació la Domus.

Sí. Esa fue la idea base, el saber todo lo que quieras sobre ti y como especie. Se empezó a buscar un edificio que tuviera mayor repercusión fuera de la ciudad y se optó por el arquitecto Arata Isozaki, que acababa de construir Palau Sant Jordi. Vino a A Coruña y le enseñé cómo era la Casa de las Ciencias.

Le expliqué que iba a hacer un museo dedicado al ser humano, pero que el ambiente iba a ser parecido a esto. Él firmó en el libro de oro de la Casa de las Ciencias y puso: "El futuro del hombre puede estar en A Coruña".

"Arata Isozaki firmó en el libro de oro de la Casa de las Ciencias y puso: 'El futuro del hombre puede estar en A Coruña'"

Moncho Núñez, impulsor de la Casa de las Ciencias

Qué bonito.

Sí. Porque yo le contaba que el objetivo de la Domus era que nos conociéramos mejor a nosotros mismos, a nuestro organismo, nuestro pensamiento, nuestro comportamiento y también nuestro entorno. Y que estaba seguro de que, conociendo mejor el entorno, ibas a ser más humano.

Luego llegó también el Aquarium Finisterrae. ¿Qué supuso para la ciudad contar con estos museos?

A mí lo que más me impresiona es una frase que he oído y es que, antes de que hubiera los museos científicos, ¿a dónde llevabas a los niños? Esa es la clave, pero también la aceptación social de la necesidad de cultura científica. Antes no se pensaba que la ciencia es también una parte de la cultura. Pero la necesito para entender el mundo, mi entorno natural y también para entender mi entorno tecnológico.

Un entorno que está cambiando mucho.

Está cambiando muy rápidamente y, o nos adaptamos a esas novedades, o tendremos miedo. La cultura científica es imprescindible para estar en equilibrio con tu entorno tecnológico y con tu entorno natural.

Planetario de la Casa de las Ciencias.

Planetario de la Casa de las Ciencias. Turismo de A Coruña

Un ejemplo es la inteligencia artificial. ¿Está sucediendo con ella algo similar a lo que sucedió con los ordenadores en los 80?

A mí me da auténtico vértigo. La pregunta es, ¿cómo se controla? Yo estoy convencido de la necesidad de controlar la inteligencia artificial y de la necesidad de decirle a toda la juventud, o a toda una población que todavía no tiene espíritu crítico, que piense en qué filtros le tiene que poner. Porque si no se los pone, el populismo lo va a inundar todo.

En este contexto, ¿es todavía más importante la divulgación científica?

Sí. Hay unos cuantos parámetros de ciencia que predico desde hace más de 50 años que son las cuatro C's: la curiosidad, algo imprescindible en la vida; el espíritu crítico, porque tienes que ser escéptico y pedir pruebas; la constancia y la creatividad. Una vez un maestro que tuve, Albert Baez, me dijo: "Moncho, tienes que añadir una quinta C, que es el cariño". Y es verdad.