Saray (i) recuerda, cinco meses después del suceso, cómo su padre salvó a sus dos hijos (d) de ser arrastrados por la DANA. Fue la última vez que se le vio con vida.

Saray (i) recuerda, cinco meses después del suceso, cómo su padre salvó a sus dos hijos (d) de ser arrastrados por la DANA. Fue la última vez que se le vio con vida. E. E.

Reportajes LA DANA DEL SIGLO

Saray Ruiz sigue buscando a su padre, el último desaparecido por la dana hace cinco meses: "Sólo quiero ver su cuerpo"

Francisco Ruiz fue arrastrado por la riada aquel trágico 29 de octubre después de lograr poner a salvo, en lo alto de su vehículo, a sus dos nietos.

Más información: Tres familias buscan a Javier, Francisco y Elisabet, de los que aún no hay rastro tras la DANA: "Ojalá que esta pesadilla acabe".

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Hay veces en las que el cuerpo de un ausente se instala en la vida como una certeza muda. No está, pero pesa. No está, pero duele. No está, y ese es todo el problema. Saray Ruiz lo sabe bien. Sabe que su padre se llama Francisco, que tiene 64 años y que una tarde de octubre —una tarde como cualquier otra— lo vio salir de casa con sus dos hijos y que no volvió.

Sabe también que el agua lo arrastró. Que los niños sobrevivieron porque él los subió al techo del coche. Que, desde entonces, han pasado cinco meses de silencio. Y que no hay cuerpo. Desde aquel 29 de octubre, cuando la DANA reventó la región de Valencia como una vena rota, Saray ha sido forzada a aprender a buscar.

A buscar entre barro, entre papeles, entre llamadas que no llegan, entre versiones oficiales que no cuadran. Busca con los ojos, con las manos, con la rabia. Busca a Francisco, Paco, el hombre que salvó a sus nietos y fue tragado por la corriente. Busca para encontrarlo vivo. Luego, busca para enterrarlo. Ahora, simplemente busca.

En la imagen, uno de los efectivos del grupo de voluntarios mexicano Topos Aztecas trata de encontrar a personas desaparecidas.

En la imagen, uno de los efectivos del grupo de voluntarios mexicano Topos Aztecas trata de encontrar a personas desaparecidas. Villa López (EFE).

Martes día 29

En una conversación con EL ESPAÑOL, Saray hace una reconstrucción de ese día. "Empezó raro, yo amanecí nerviosa"Había recibido la notificación de una sentencia contra su expareja por malos tratos, y el clima en la región comenzaba a volverse hostil. Sus hijos no tenían colegio y su padre fue a recogerlos para llevarlos al chalet familiar.

A las cinco y media de la tarde, Saray, preocupada por la lluvia incesante, intentó advertirles que no salieran de casa. No tuvo respuesta. La cobertura telefónica ya había desaparecido. A las once y media de la noche, fue la policía la que llamó al timbre. Sus dos hijos estaban en la puerta, acompañados por dos agentes. Francisco no estaba. "La niña me dijo que mi padre había muerto. Que estuvieron sobre el coche y él se resbaló. Que la corriente se lo llevó".

Según la versión de los dos menores, el coche había sido arrastrado por la riada hasta chocar contra una palmera. Francisco, con el agua al cuello, logró sacar a los niños por la ventana trasera y subirlos al techo. Durante dos horas permanecieron allí, hasta que un vecino los rescató. Paco ya no estaba. En noviembre, un mes después del suceso, encontraron una gorra y un zapato. Eran suyas. Nunca más se halló nada.

Interior del vehículo de Francisco, localizado días después del paso de la riada.

Interior del vehículo de Francisco, localizado días después del paso de la riada. Cedida.

"Ves que todo está igual, que no avanza. Y al mismo tiempo, la gente parece haber pasado página. Pero nosotros no. Nosotros seguimos esperando", dice. El duelo sin cuerpo es un duelo imposible. "Socialmente, vivimos la muerte con un rito, un cierre. Pero esto es como una herida abierta que no cicatriza".

Un último abrazo

Durante todo este tiempo, la familia de Francisco no ha dejado de buscarlo. Saray ha recorrido barrancos, ha visitado pueblos, ha hablado con testigos, ha preguntado a empresas si sus cámaras de seguridad grabaron algo. Sabe que su padre estuvo dos horas sobre ese coche. Que hubo gente que lo vio. Y que no pudieron ayudarle.

Más difícil es cuando sientes que quienes deberían acompañarte te dejan de lado."La UME vino desde León sin autorización. Los mandaron a otro lugar porque no les daban los puntos correctos de búsqueda. Todo era un caos. Y luego dicen que nos llamaron, que estaban en contacto con nosotros. Es mentira. No he recibido ni ayuda psicológica. Los niños tampoco. Nadie nos llamó".

Sólo cinco meses después —es decir, hace una semana— y por iniciativa propia, Saray accedió a una psicóloga. Fue a consulta por primera vez hace unos días. A sus hijos, nadie los ha atendido. "La orientadora del cole es lo único que tenemos. Y eso porque yo lo pedí". Desde entonces, la valenciana busca justicia. No venganza, no indemnización. Justicia.

Francisco Ruiz Martínez (d) vestía una camiseta roja, un chaleco y unos vaqueros el día que fue arrastrado por el agua.

Francisco Ruiz Martínez (d) vestía una camiseta roja, un chaleco y unos vaqueros el día que fue arrastrado por el agua. Cedida.

"Queremos que quienes no estuvieron a la altura asuman responsabilidades. Que haya consecuencias. Que no vuelva a pasar". Dice tener fe en la jueza que investiga el caso. "Se está dejando la piel. Ya hay dos imputados. Pero tengo miedo. No me fío. Y sé que hay muchas fuerzas que quieren silenciar esto".

Para Saray, la DANA no ha terminado. Sigue viva. Sigue mojando las paredes de su casa, los sueños de sus hijos, la memoria de su padre. "Solo quiero ver su cuerpo", dice. No es una frase. Es una necesidad. La última que le queda. "Tener que ir al juzgado a darle por fallecido sirve para gestionar trámites, pero te hace volver a revivirlo todo. Es como confirmar que no está, pero sin poder abrazarlo por última vez. Sin poder decirle adiós".

Francisco Ruiz es, al cierre de este reportaje, el último desaparecido de la DANA que arrasó la Comunidad Valenciana. Junto a las familias de Elisabet Gil y José Javier Vicent, Saray Ruiz ha comparecido ante el juzgado para declarar oficialmente a su padre como fallecido. Aún no han recibido indemnización alguna. Y siguen esperando.