Julio César Ruiz Aguilar
Publicada

En el salón de un hotel madrileño, un grupo de cinco personas de entre 65 y 73 años se saluda con abrazos, bromas, guiños de complicidad. Podrían estar planeando unas vacaciones, una reunión de antiguos alumnos, incluso una escapada cultural. Pero no.

Lo que están a punto de hacer —y entrenando ya con devoción— es navegar entre glaciares, remar en kayak por aguas árticas y caminar sobre tundras heladas en uno de los territorios más extremos del planeta: el archipiélago de Svalbard, en el Ártico noruego.

Son los nuevos protagonistas del Desafío Santalucía Seniors 2025, una expedición sin precedentes que busca visibilizar otra forma de envejecer: más activa, más audaz, más viva.

Rumbo al Ártico

Mercedes, técnica deportiva jubilada, sigue sorprendida de estar aquí. El año pasado lo intentó, no hubo suerte. Este año, volvió a presentarse con la misma ilusión y sí, esta vez la campana sonó. "Siempre fui más de montaña, pero el Ártico me parecía mágico", confiesa. A sus 68 años, dice que está descubriendo una nueva faceta de sí misma: la navegación. "Jamás pensé que a mi edad estaría aprendiendo a llevar un barco". Lo dice entre risas, pero hay algo profundamente serio y luminoso en su voz.

Bernardo, empresario y navegante de Palencia, ha cruzado el Atlántico a vela y subido al Kilimanjaro. Se apuntó al desafío casi por intuición, tras leer una noticia. "Creí que no me cogerían, había gente muy preparada", reconoce. Pero su espíritu de superación —y sus manos curtidas por el mar— hablaron por él. "El Ártico impone, claro. Pero también me ilusiona. No solo es el frío o el hielo, es también convivir tantos días en un barco, en espacios reducidos. Eso también es un reto".

Jesús nació en el Sáhara Occidental, es juez en activo y alpinista experimentado. La montaña ha sido su elemento durante décadas. Por eso, enfrentarse ahora al mar es, paradójicamente, su mayor desafío. "Me preocupa no sumar al grupo por no tener experiencia náutica", dice. Pero ya está en marcha: se ha embarcado, ha hecho cursos de navegación y hasta ha buscado tormentas para entrenarse. "El mar me está enseñando una lección de humildad". Cuando habla, sus ojos brillan como si estuviera a punto de escalar otra cima.

Esther, psicóloga de Irún, descubrió el proyecto por Instagram. "Fue como si me buscaran a mí", dice. No tenía experiencia en vela, pero sí en senderismo, montaña y piragua. "Nunca imaginé ir al Ártico, ni siquiera lo tenía en la lista de destinos posibles". Y sin embargo, aquí está, aprendiendo sobre navegación, sobre sí misma, sobre los límites que a veces uno se impone sin saber.

Amelia fue la última en unirse. Su historia parece escrita por el azar: escuchó una entrevista por la radio, se inscribió sin muchas expectativas y quedó como sexta suplente. "Seguí entrenando como si fuera", dice. "Y cuando menos lo esperaba, me llamaron". Es profesora, senderista, madre, y ahora también parte de una tripulación rumbo al Polo Norte. "Lo más difícil ha sido convencer a mis hijos de que me dejen ir", ríe. "Pero les estoy enseñando que la vida es riesgo. Y que vale la pena".

Los cinco expedicionarios fueron seleccionados entre 220 candidatos, una cifra que consolida a la segunda edición de esta iniciativa, que pone en valor la salud y el deporte en las personas mayores.

Los cinco expedicionarios fueron seleccionados entre 220 candidatos, una cifra que consolida a la segunda edición de esta iniciativa, que pone en valor la salud y el deporte en las personas mayores. E. E.

Más que un desafío

Los cinco entrenan a diario. Algunos han empezado a leer sobre navegación, otros se han apuntado a cursos de natación, pilates o musculación. Amelia incluso ha cambiado el yoga por pesas. "Esto es un máster intensivo", dice Jesús. Y no solo en lo físico. También se están preparando emocionalmente. Todos temen algo: el frío, el mar revuelto, el mareo, el silencio, la falta de espacio, la incertidumbre… Pero todos comparten también una certeza: la ilusión de estar vivos, aquí y ahora.

"El mensaje del desafío no es solo que se puede —explica Bernardo—, sino que hay otra forma de envejecer". "Y de vivir", añade Esther. Porque esta no es una carrera contra el tiempo, sino una celebración de él. "La edad es una actitud", dice Jesús. "Y el aburrimiento, el verdadero enemigo".

Amelia introduce un matiz importante: "Somos una élite. Hemos tenido salud, oportunidades. Esto también hay que decirlo. No todos pueden permitirse soñar a los 70. Pero precisamente por eso, tenemos que aprovecharlo. Y contarlo". Esther la escucha, asiente y responde: "Pero también hay muchas personas que no lo intentan porque ya han interiorizado que no les toca. Que los 65 son el final. Y no. También pueden ser un principio".

Para ese principio quedan menos de tres meses. Ya hay entrenamientos programados, mochilas listas y canciones que suenan en la cabeza. Al final, el verdadero desafío no es el Ártico. Es vivir con sentido. Es decirle al tiempo que, pase lo que pase, aún tenemos muchas cumbres por escalar.