Existe un abismo cada vez mayor entre la calle y la política, entre Tezanos y la tertulia de bar, entre el mundo que se atisba desde los despachos con siglas en la fachada y la realidad comentada en el transporte público. Siempre fue distinta la España del gobierno y la de la oposición (debe ser distinta, incluso), pero la brecha entre ambos y la ciudadanía no deja de agrandarse, igual que se separan lenta pero irremediablemente las placas tectónicas de nuestro planeta.
Son apenas unos centímetros al año, en el suelo y en la política, pero los efectos terminarán siendo igual de devastadores. No hay semana sin evidencia. Ya sea por el apagón, porque la única consulta a la ciudadanía pregunte por la OPA entre dos bancos privados, por las tripas de Eurovisión, porque vivimos el mejor momento del tren en España según Óscar Puente, o porque el PP encomiende su renovación ideológica a Alfonso Fernández Mañueco.
Argumenta Alberto Núñez Feijóo que el encargo se debe a que nuestro presidente autonómico lidera una comunidad en la que gobiernan sin interrupción desde 1987. Desliza, por tanto, que la mayor virtud en la política actual es la resistencia. Y en eso, desde luego, se diferencian bien poco de las creencias de Pedro Sánchez.
No hay duda de que Mañueco es un referente en el arte de persistir en cargos públicos, pero sería complicado encontrar a alguien que en confianza (incluso en el PP) lo viera como preboste ideológico del partido. Es decir, su virtud es mantenerse a flote en todas las tormentas, aunque no haya escrito nunca un manual de supervivencia.
El problema es que los políticos y cargos públicos dejaron de hablar ni escuchar a los ciudadanos. Su único objetivo es la resiliencia en el cargo, y para eso solo les hacemos falta una vez más o menos cada cuatro años. Ni siquiera conocen ya nuestros problemas, porque el primer trabajo que hemos delegado a las máquinas ha sido la atención ciudadana. Publicaba estos días el Ayuntamiento de Salamanca que su chatbot web, llamado Vega, ha mantenido en medio año veintiún mil conversaciones con vecinos.
Sabe más Vega de los problemas reales de los salmantinos que los concejales. Y sucede lo mismo con todos los simpáticos personajes que marcan hoy nuestra relación con las administraciones. Ojos grandes, gafas de pasta y, casi siempre, mujeres. Un sexismo digital que en unos años acabará en manifestaciones.
Ni el PP nacional ni la Junta de Castilla y León tienen un chatbot en sus webs. Quizá por eso andan tan despistados. Los populares vascos, en cambio, crearon el año pasado a Jabitxu, el bot del candidato Javier de Andrés. Fue él quien durante la campaña resolvió las dudas de los votantes. Subieron en escaños, en porcentaje de voto, y dijeron entonces que en el País Vasco comenzó la remontada.
Están a tiempo Feijóo y Mañueco de llamar a Jabitxu y a Vega para la Ponencia Política del Congreso Nacional de julio.