
El exembajador de España en China, Rafael Dezacllar.
Rafael Dezcallar: "China no puede ser una alternativa a EEUU. Tendría que abrir su mercado y Xi no está receptivo"
El exembajador de España en Pekín analiza la inminente visita de Pedro Sánchez a China, en un contexto de guerra arancelaria.
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Rafael Dezcallar (Palma de Mallorca, 1955) fue embajador de España en China hasta el año pasado. Tras aterrizar en Pekín a mediados de 2018, vivió episodios como el estallido de la covid y la transformación del país. Fruto de esa experiencia, ha escrito El ascenso de China. Una mirada a la otra gran potencia (Deusto).
Usted trabajó mucho en cuestiones bilaterales y ahora estamos en plena guerra arancelaria. ¿Puede China convertirse en alternativa a Estados Unidos? ¿Puede ser una solución para la economía europea?
China es una gran potencia económica y, sin duda, se pueden mantener relaciones muy provechosas con China en el ámbito económico. Pero para eso, China también tendría que abrir un poco más su mercado, porque existe un desequilibrio. Hay dificultades para el acceso al mercado chino y mucha apertura del mercado europeo para los nuevos productos chinos.
Cuando estaba en China yo siempre les decía que queremos que nuestras empresas puedan hacer ahí, simplemente, lo mismo que hacen las empresas chinas en Europa. En cualquier caso, las relaciones con China en el plano económico son importantes para Europa.
¿Pero son la solución al problema europeo?
La solución del problema europeo la tiene que buscar la propia Europa. Por ejemplo, China y Estados Unidos son los únicos actores relevantes en este momento en la carrera por la inteligencia artificial, y tenemos que corregir varias cuestiones para que nuestra economía pueda competir con la china y con la norteamericana y tener empresas suficientemente grandes como para poder estar en la punta de desarrollos tecnológicos como la inteligencia artificial.
Y también tenemos que eliminar nuestra dependencia excesiva de Estados Unidos. No es cuestión de acabar con la alianza con Estados Unidos, pero sí con esa dependencia excesiva que acaba generando dependencia política. Es decir, Europa no debe buscar su solución en otros lugares, sino buscarla en el acierto de sus propias políticas.
En esa dirección, ¿cómo valora el viaje de Pedro Sánchez a China en un momento como este? ¿Cómo le puede sentar a la Administración Trump un acercamiento de Europa a China a través de Sánchez?
Es normal que España o Europa mantengan relaciones con China, que es un socio importante en muchísimos planos. Yo estuve como embajador cuando el presidente del Gobierno fue a China en el año 2023 y creo que fue un buen viaje. Sánchez planteó todas las cuestiones políticas importantes para España y China.
Ambos, España y China, tienen una buena comunicación política desde hace muchos años que nos permite hablar de todo. Se habla de todo lo que haya que hablar, incluidos los temas más difíciles. Sánchez también planteó la necesidad de una mayor apertura del mercado chino y dijo que era necesario que China se abriera para que Europa no se cerrase.
¿Ve a China proclive a establecer esa relación con España y, por ende, con la Unión Europea? ¿Está el horizonte abierto y Xi Jinping está receptivo para ceder?
No, no está lo suficientemente receptivo. El mercado chino no está lo suficientemente abierto. Y, aunque es cierto que en los últimos años se ha ido abriendo un poco más, todavía queda mucho por hacer y hay mucha, mucha desigualdad entre el mercado chino y el europeo.
Ahora China tiene que entender que el comercio tiene que ser beneficioso para todos. Yo soy el primero que piensa que las tarifas de los vehículos eléctricos chinos no son la mejor solución, pero quizás sea la única solución.
"España y China, tienen una buena comunicación política desde hace muchos años y nos permite hablar de todo"
Si pensamos en lo que nos pasó con los paneles solares hace 15 años, que teníamos una industria de paneles solares muy importante en Europa que fue laminada por la competencia de industrias chinas subvencionadas. Si eso nos pasa con el vehículo eléctrico, pues será un gran problema para Europa y especialmente para España, que es el segundo productor de automóviles de Europa.
Usted también es un gran defensor de los derechos humanos. Ahí hay una línea roja en esa alianza entre Occidente y los valores de China.
Sí, hay que ser consciente de que con China se pueden hacer muchas cosas muy positivas y hay que respetar la forma en la que China se ha transformado en estos 40 años. Pero hay que ser consciente de que sus valores son diferentes y que no incluyen el respeto a los derechos humanos de la misma forma en que lo hacemos nosotros.
De modo que, sobre eso, hay que defender todos absolutamente nuestros puntos de vista. Porque, al final, ¿qué son los derechos humanos? Son una forma de que los fuertes no pueden hacer lo que quieran con los débiles. Y por eso hay que luchar a muerte.
¿Quién ganará en esta batalla económica China o Estados Unidos? Porque estamos hablando de una batalla económica, pero también hay detrás de todo esto una guerra ideológica.
Pues quien lo haga mejor. Nada está escrito en la pared. China tiene problemas serios en su modelo económico. Tiene un declive demográfico muy marcado, ha tenido la burbuja inmobiliaria, cuando el sector inmobiliario ha supuesto el 25% de su PIB, que es una cosa muy seria. Hay un problema de endeudamiento de las provincias y hay un problema de falta de productividad del sector público, que es el 40% del PIB chino.
Pero bueno, estamos viendo lo que está pasando en Estados Unidos con las tarifas impuestas por Trump. Tampoco se puede decir las cosas estén muy bien allí. De modo que depende, depende de lo bien que lo haga cada uno.
De esos seis años como embajador de España en China, ¿qué prejuicios ha derribado sobre China?
Hace poco Thomas Friedman, que es un columnista muy importante del New York Times, escribió un artículo diciendo que antes, cuando trataba de buscar entender el futuro, se iba a San Francisco y que esta vez lo ha encontrado en China, visitando una fábrica de Huawei.
China no es un país como pensábamos que era. Es un país tremendamente desarrollado en algunos sectores, aunque no en todos, porque hay muchas desigualdades. Es un país del que podemos aprender mucho en cuanto a la ética del trabajo, o a la forma en la que duramente muchos años han fomentado la investigación, el desarrollo y la educación, para tener ahora una capacidad tecnológica con la que no podían ni soñar hace 15 años.
Aunque sea muy difícil de explicar brevemente, ¿cuál cree que es la receta?
Bueno Xi Jinping se dio cuenta de que China es un país pobre, pero que las comunidades chinas fuera de China eran muy ricas. Comprendió al final que el sistema económico socialista jamás iba a sacar así a China de la miseria y aplicó su pragmatismo para hacer una serie de reformas que convirtieron a la economía china en una economía capitalista y al mismo tiempo mantuvo el control político del partido manteniendo un sistema político leninista.
No es que sea una fórmula aplicable a todas partes, pero en aquel país, en aquel momento, ha sido la fórmula que ha funcionado. Porque además tiene un sustrato ético y filosófico confuciano que permite mantener todo aquello aglutinado. Porque hay un principio fundamental: que los intereses de la comunidad pasan por delante de los intereses del individuo.
Eso es una cosa que evidentemente le viene muy bien al Partido Comunista y a su dictadura para su posición como partido autoritario. Pues esto es lo que le ha funcionado a China. Parece fácil decirlo, pero es arriesgado porque el capitalismo genera tensión y si tú le das a la gente libertad de decisión económica, puede que te pida también libertad de decisión política. Y lo que ha hecho el partido ha sido precisamente evitar eso.