El presidente chino Xi Jinping tras el desfile militar en el Día de la Victoria en la Plaza Roja de Moscú, el 9 de mayo de 2025.

El presidente chino Xi Jinping tras el desfile militar en el Día de la Victoria en la Plaza Roja de Moscú, el 9 de mayo de 2025. Maxim Shemetov Reuters

Asia

"No juegues con fuego": Xi amenaza a Trump tras acusar a China de ser "una amenaza inminente" para Taiwán

El jefe del Pentágono, Pete Hegseth, desliza que Estados Unidos saldrá en defensa de la isla en caso de invasión china tras la ruptura de sus negociaciones comerciales.

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Los habitantes de Taiwán no pueden estar tranquilos ni cinco minutos. El estatus de la isla autónoma, que China aspira a controlar, preferiblemente por medios pacíficos, pero sin descartar en ningún caso el uso de la fuerza, protagonizó una vez más el Diálogo de Shangri-La, el foro de seguridad más importante de Asia que cada año organiza en Singapur el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés).

Las declaraciones del secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, tuvieron mucho que ver. El jefe del Pentágono, un antiguo presentador de la Fox al que Donald Trump decidió entregar las llaves del ejército, aseguró durante su intervención del pasado sábado en el foro que la invasión de Taiwán por parte de China “podría ser inminente”. Hegseth evitó ser más concreto, pero insistió en el hecho de que “la amenaza que representa China es real, y podría ser inminente”.

Sus palabras hicieron saltar las alarmas entre el público. Si había alguien despistado o medio dormido, algo poco recomendable cuando quien habla representa a las fuerzas armadas de Estados Unidos, seguro que no tardó en levantar la mirada para enfocar a Hegseth. ¿Había dicho eso? Sí, en efecto, lo había dicho.

El secretario de Defensa de Trump no se quedó ahí, sino que aprovechó la ocasión para dejar claro que, en caso de invasión, un escenario, de momento, hipotético, Estados Unidos “no será expulsado de esta región crítica, y no permitirá que sus aliados y socios sean subordinados ni intimidados”. Es decir, que habrá algún tipo de respuesta militar por parte de Washington.

“Si la disuasión falla, y si mi comandante en jefe lo ordena, estamos preparados para hacer lo que mejor sabe hacer el Departamento de Defensa: luchar y ganar de forma decisiva”, remató Hegseth. Era un adiós definitivo a la tradicional ambigüedad estratégica que Joe Biden desechó durante su mandato y que Trump amagó con recuperar en los primeros compases de su segunda Administración.

“Una vez más, para que quede claro: cualquier intento de la China comunista de conquistar Taiwán por la fuerza tendría consecuencias devastadoras para el Indo-Pacífico y para el mundo. No hay razón para endulzarlo. La amenaza que representa China es real”, zanjó Hegseth, que habló sobre esta cuestión en términos, desde luego, mucho más contundentes que su predecesor, Lloyd Austin.

El expresentador de Fox News advirtió desde Singapur que “Pekín se está preparando de manera creíble para, potencialmente, usar la fuerza militar con el fin de alterar el equilibrio de poder en el Indo-Pacífico”. “Lo sabemos”, remarcó Hegseth. “Es público que Xi [Jinping] ha ordenado a su ejército estar en condiciones de invadir Taiwán para 2027”.

Es la fecha que maneja desde hace tiempo la inteligencia estadounidense, que coincide con las previsiones del Ministerio de Defensa de Taiwán. Según el jefe del Pentágono, el Ejército Popular de Liberación (EPL) “está construyendo el aparato militar necesario para hacerlo. Entrenando para ello cada día. Ensayando para lo real”.

Hegseth acusó a las fuerzas armadas chinas de “acosar” a Taipéi. “Estas actividades se han combinado con la rápida modernización y expansión militar de China, que incluye enormes inversiones en armas nucleares, tecnologías hipersónicas y capacidades de asalto anfibio”, añadió, en este sentido, el secretario de Defensa estadounidense.

En su alocución, Hegseth citó al almirante Samuel Paparo, jefe del Comando Indo-Pacífico de la Marina estadounidense, que advirtió en febrero que el punto de no retorno está “muy cerca”.

El secretario de Defensa de EE UU, Pete Hegseth, habla en la cumbre de seguridad del Diálogo de Shangri-La del IISS en Singapur, el 31 de mayo de 2025.

El secretario de Defensa de EE UU, Pete Hegseth, habla en la cumbre de seguridad del Diálogo de Shangri-La del IISS en Singapur, el 31 de mayo de 2025. Edgar Su Reuters

Trump ha hecho de la competencia con China la prioridad de su segundo mandato. En esta batalla feroz por la hegemonía, Taiwán ocupa una posición central. Hegseth aclaró que, en cualquier caso, “Estados Unidos, especialmente bajo el presidente Trump, no busca la guerra”.

“No buscamos dominar ni estrangular a China. Ni rodearla ni provocarla. No buscamos un cambio de régimen, ni instigaremos ni faltaremos al respeto a una cultura orgullosa e histórica. Estaremos preparados, pero no seremos imprudentes. En cambio, buscamos la paz”, zanjó el jefe del Pentágono.

“Lo que Hegseth expuso en el Diálogo de Shangri-La sobre lo que Estados Unidos va a hacer pretende, por un lado, disuadir a China de seguir escalando los conflictos, sean estos de zona gris o no; y por otro, presionar a los amigos y aliados en la región para que aceleren sus preparativos de contingencia, incluyendo el presupuesto de defensa y la base industrial de defensa”, subraya Yisuo Tzeng, director del Instituto de Investigación para la Defensa y la Seguridad Nacional de Taiwán, en conversación con EL ESPAÑOL.

“La postura estadounidense en Shangri-la, tanto en el pasado como en el presente, ha sido precisamente esa: posturas teatrales y alarmismo”, traslada a este periódico Josef Gregory Mahoney, profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Normal del Este de China. “Aunque el ascenso de China como una potencia importante ha alterado sin duda el statu quo de Estados Unidos como hegemón unilateral, y aunque muchos países del mundo, incluida Asia, se muestran cautelosos ante nuevos riesgos, el mensaje de Hegseth parecerá a muchos una palabrería poco sincera”, añade.

“China ya no es una armada de aguas poco profundas”, indica, por su parte, Jon Sweet, antiguo oficial de Inteligencia del Ejército de Estados Unidos. “Ha superado a las armadas de EEUU y Reino Unido en número de buques y amenaza las vías marítimas de comunicación, concretamente en el Mar de China Meridional, donde está construyendo islas fortaleza para proteger sus rutas comerciales hacia y desde Oriente Próximo (petróleo) y África Oriental (materiales de tierras raras): el año pasado el comercio a través de la región ascendió a tres billones de dólares”, señala. Eso explica el nerviosismo de Washington.

Pekín saca los dientes

El ministro chino de Defensa, Dong Jun, no acudió a la cita en Singapur. En su lugar, el encargado de responder a Hegseth en el marco del Diálogo de Shangri-La fue el contralmirante Hu Gangfeng, vicepresidente de la Universidad de Defensa Nacional de China, que tachó de “infundadas” unas declaraciones que buscaban, dijo, “provocar disturbios, crear divisiones, instigar enfrentamientos y causar desorden en Asia-Pacífico”.

“Parte del contenido fue fabricado desde la nada, y otra parte invirtió lo blanco y lo negro”, subrayó Hu, general de división del EPL, que dejó claro que “China se opone a que se utilicen las aguas de Asia-Pacífico como un campo de lucha por la hegemonía”.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de China presentó a Washington una protesta formal a cuenta de las declaraciones de Hegseth. “Estados Unidos no debe intentar usar la cuestión de Taiwán como moneda de cambio para contener a China y no debe jugar con fuego”, recoge el comunicado de Pekín, que subraya que “la cuestión de Taiwán” se trata de un asunto interno sobre el cual “ningún país extranjero tiene derecho a intervenir”.

Para el portavoz del Ministerio de Defensa de China, Zhang Xiaogang, las declaraciones del jefe del Pentágono no son más que un ejemplo de la “lógica hegemónica, conducta de matón y mentalidad de Guerra Fría” de los Estados Unidos de Trump.

Alarmismo

Conviene analizar en frío las declaraciones de Hegseth. Es cierto que, desde la visita oficial a Taipéi de hace tres años de la entonces speaker del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, China ha puesto en marcha varias decenas de ensayos de guerra —la mayoría con fuego real— alrededor de la isla. También es cierto que, desde la toma de posesión hace justo un año del presidente William Lai Ching-te, del soberanista Partido Progresista Democrático (PPD), esos ensayos son cada vez más amplios, más frecuentes y más intensos.

Según los datos del Ministerio de Defensa de Taiwán, los cazas chinos atraviesan su zona de identificación de defensa aérea —una zona algo más amplia que su espacio aéreo— un total de 245 veces al mes cuando, hace sólo cinco años, lo hacían en menos de diez ocasiones cada 30 días. La escalada es evidente.

Pero las purgas recientes en la cúpula del ejército no hacen pensar a los analistas que Xi tenga la suficiente confianza en sus subordinados para iniciar una campaña de este calado.

De todos modos, China no tiene por qué iniciar una invasión a gran escala de Taiwán. Le basta con capturar las islas más próximas a su territorio o, en su lugar, imponer un bloqueo sobre Formosa. Mientras, Pekín puede utilizar —como hasta ahora— estrategias de “zona gris” para influir en la opinión pública taiwanesa. Unas maniobras contra las que Lai Ching-te ha tomado medidas.

Las declaraciones de Hegseth tampoco garantizan que Estados Unidos vaya a salir en defensa de Taiwán en caso de invasión china. De hecho, otras voces de la Administración Trump cuestionan que la isla suponga un elemento central de su política exterior. Sirven, en este sentido, los ejemplos del subsecretario del Pentágono, Elbridge Colby, un arduo defensor de Taiwán que, sin embargo, afirmó en marzo que una invasión de la isla no supone un “interés existencial” para Estados Unidos.

El propio Trump acusó a Taipéi de no invertir lo suficiente en defensa —su presupuesto en materia de seguridad ronda apenas el 2,5% del PIB, muy por debajo del 10% que sugiere la Casa Blanca— y de “robar” la industria estadounidense de semiconductores.

En febrero, sin embargo, la Administración Trump liberó, sin hacer demasiado ruido, un paquete de ayuda militar a Taiwán de 870 millones de dólares, previamente congelado. Además, el mandatario estadounidense envió dos buques de guerra a través del Estrecho de Taiwán.

Taipéi parece haberle apaciguado con inversiones milmillonarias en la economía estadounidense a través de TSMC y nuevas compras de armamento. En marzo, sin ir más lejos, Lai Ching-te prometió elevar el gasto en defensa hasta el 3% del PIB antes de final de año. Un paso para contentar a Washington.

Negociaciones comerciales

Las declaraciones de Hegseth sobre la siempre espinosa cuestión de Taiwán coinciden con la ruptura de las conversaciones entre chinos y estadounidenses en Ginebra para sellar un acuerdo comercial.

Las partes convinieron, entre otras cuestiones, en reducir “de forma drástica” durante 90 días los aranceles bilaterales, que se dispararon por encima del 100%. Pero Washington acusó a Pekín de violar los términos del acuerdo, en concreto de “ralentizar las exportaciones de tierras raras” acordadas, según The Wall Street Journal.

La Administración Trump, que busca ejercer una “presión extrema” sobre China para arrancar nuevas concesiones, ha decidido imponer nuevas restricciones a la venta de tecnologías de motores a reacción y software de diseño de chips a China. En este sentido, el inquilino de la Casa Blanca prometió a través de su plataforma Truth Social que dejaría de ser “el señor Amable”.

El Ministerio de Comercio de China, que rechazó de plano las acusaciones, replicó que las nuevas sanciones han dañado de gravedad sus intereses y “el consenso alcanzado en Ginebra”. Una vuelta a la casilla de salida.

“La guerra comercial global de Trump centrada en los intereses propios, incluidos acuerdos que ya han perjudicado a algunos países de la región, como Indonesia, junto con los esfuerzos continuos por inducir cambios en las tasas de interés para extraer más valor de la economía global a costa de otros, mientras se apunta a estudiantes internacionales, migrantes y se adoptan otras formas de agresión, han dejado pocas dudas en la mente de muchos de que el ascenso de China representa un contrapeso necesario”, considera Mahoney.