
En la izquierda, la popular imagen de Abdou junto a Luna Reyes, voluntaria de Cruz Roja, en Ceuta. A la derecha, el varón en una imagen cedida después de su rescate.
La extraña muerte de Abdou, el senegalés del abrazo con una voluntaria en Ceuta: "Estaba en su cuarto solo, nadie se percató"
El hombre, que regresó a España después de haber sido deportado a Marruecos, vivía en Málaga, donde trataba de ganarse la vida como albañil.
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Tenía tan sólo 29 años y un historial migratorio que había hecho escala en todos los márgenes posibles: el mar, la deportación, la exclusión. Su muerte, confirmada a EL ESPAÑOL por varias fuentes próximas al entorno de acogida en Andalucía, se produjo el pasado domingo 1 de junio en el interior de una habitación alquilada dentro de un piso compartido con otros migrantes.
Nunca recibió atención médica ni tampoco había nadie a su lado. Sólo un colchón, una fiebre persistente, vómitos y un móvil que dejó de sonar. Las causas del fallecimiento todavía no han sido esclarecidas. La autopsia sigue su curso en el Instituto de Medicina Legal de Málaga. Lo que sí se sabe, según relata su amigo Mbaye —el último que habló con él— es que llevaba varios días encontrándose mal.
"Me dijo por teléfono que tenía la cabeza a punto de estallar, que ya no podía más. Estaba solo y cuando mandé a unos amigos para verle, ya era tarde", explicó Mbaye, también senegalés, primero al diario La Razón, y después a este periódico.

Abdou, tras ser rescatado por Salvamento Marítimo en aguas cercanas a Lanzarote.
Abdou Ngom nació en Malika, un pequeño suburbio costero al este de Dakar, la capital senegalesa, en 1996. Se crió con su hermano mayor. A los 25 años, decidió abandonar el país. En mayo de 2021 cruzó a nado la frontera entre Marruecos y Ceuta, en el contexto de la crisis diplomática entre Rabat y Madrid que permitió la entrada masiva de más de 8.000 personas en tres días.
La frontera rota
En la playa del Tarajal, exhausto y en estado de shock, Abdou fue auxiliado por Luna Reyes, una joven voluntaria de Cruz Roja que lo abrazó mientras él lloraba. La escena fue captada por un fotógrafo de la agencia EFE. La imagen se viralizó: abrió informativos, fue portada en prensa internacional y acabó convertida en el icono involuntario de una frontera rota.
La atención mediática duró apenas unos días. Luego, la realidad siguió su curso. Abdou fue uno de los migrantes devueltos "en caliente" a Marruecos. Desde Casablanca, donde se refugió durante un tiempo, relató en una videollamada organizada por RTVE que había perdido el rastro de su hermano durante la travesía. Nunca volvió a verlo.

La popular imagen del abrazo entre Abdou y una voluntaria de Cruz Roja en Ceuta.
"Esa imagen con Luna fue muy bonita, mucha gente se emocionó, pero a mí nadie me ayudó después", declaró en esa conexión, grabada por el equipo de corresponsales en el magreb de la cadena pública.
El regreso a Europa
En octubre de 2023, Abdou volvió a intentarlo. Según explicó, pagó 4.000 euros a una red de tráfico de personas para subir a una lancha neumática que zarpó desde el sur de Marruecos rumbo a Canarias. Después de tres días y dos noches a la deriva junto a 58 personas, fue rescatado por un equipo de Salvamento Marítimo y trasladado posteriormente a un centro de acogida en Lanzarote.
Desde allí, pasó por diferentes dispositivos hasta llegar a Barcelona. Fue entonces cuando Mbaye, también senegalés y amigo suyo de antes, le dijo que se mudara a Málaga. Compartieron piso, trabajos en la construcción, remesas enviadas a Casablanca y días de espera en extranjería.
Abdou no tenía aún regularizada su situación administrativa. Según fuentes de CEAR en Andalucía consultadas por EL ESPAÑOL, había iniciado trámites de empadronamiento y buscaba formalizar su residencia para poder traer a su pareja y a su hija, una niña de un año que vivía con su madre en Marruecos y que no llegaron a España por la peligrosidad que enfrentaba el viaje.
"Estaba ilusionado. Málaga le gustaba mucho. Decía que por fin se sentía seguro", recuerda su amigo Mbaye, que lo describe como alguien "generoso, silencioso, siempre dispuesto a ayudar".

Abdou Gnom posa en Málaga en una foto cedida.
Enfermar sin papeles
La historia de su muerte empieza con un malestar general. Varios días con fiebre alta, mareos, vómitos. Cualquiera acudiría a urgencias o a un centro de salud, pero no Abdou: no estaba empadronado ni tenía tarjeta sanitaria. En su entorno aseguran que no quiso molestar. Y que esperaba que se le pasara solo para no tener que dejar de trabajar.
"Vivía en un cuarto con persianas bajadas, sin apenas ventilación. No era un lugar digno", relata una persona que lo conocía y que prefiere mantenerse en el anonimato. "Nadie se dio cuenta de lo que pasaba porque casi no salía. En esas casas, cada quien va a lo suyo. Son habitaciones alquiladas a personas migrantes, muchas veces sin contrato. Son mundos paralelos".
El domingo 1 de junio, tras no recibir respuesta, su amigo Mbaye, que se encontraba desplazado temporalmente en Almería para poder trabajar, pidió a unos conocidos que acudieran al piso. Cuando forzaron la puerta, Abdou yacía sin vida sobre el colchón.
El cuerpo fue trasladado al Instituto de Medicina Legal de Málaga. La autopsia está pendiente de resultados definitivos. Hasta el momento, no se ha notificado ninguna enfermedad preexistente. El caso no ha generado, por ahora, ninguna actuación judicial fuera del procedimiento ordinario.
El silencio de una imagen
Desde CEAR, SOS Racismo y otras organizaciones se señala que este tipo de muertes —silenciosas, en los márgenes— no son casos aislados. "Es el resultado de un sistema que margina a las personas desde el primer momento. Si no tienes papeles, no enfermas oficialmente. No existes administrativamente. Y por tanto, tampoco mueres con derechos", lamenta una trabajadora social que conoció a Abdou en sus primeros días en Lanzarote.
Su historia fue una vez el símbolo de una frontera abierta; luego fue silencio. Después, lucha. Ahora es ausencia. En Málaga, sus amigos y otros agentes sociales tratan de contactar con su familia en Senegal. Se desconoce si alguien podrá repatriar el cuerpo —Mbaye dice que es la intención, pero les piden unos 4.000 euros para hacerlo que no tienen— o si será enterrado en España.
En vida, Abdou no pidió atención, ni entrevistas, ni homenajes. "Solo quería tener una vida normal", dice su amigo. "Trabajar, enviar dinero a su hija, tener sus papeles. No mucho más. No aspiraba a lujos. Sólo a vivir sin miedo". La fotografía que dio la vuelta al mundo está archivada en las hemerotecas. Pero Abdou, el hombre que hay detrás de esa imagen, murió hace solo unos días. Y casi nadie se enteró.